Con mi despertar agitado, bañado en sudor y con la sensación latente de haber estado en la cumbre, en aquel lugar, donde suspendido en el aire, vigilaba cual dueño y señor mis pasos por las sendas de la memoria, invitándome bajo sus alas a sentirme orgulloso de todo aquello que nos une a nuestro pasado cargado de esa ancestralidad de la que su vuelo nos hace libres en el tiempo; sólo entonces recordé su nombre, "El Guirre".